24 octubre, 2008

El oso y el restaurante de comida rápida

La noticia apareció hace una semana y los mentideros de internet se encargaron de hacer que corriese como la pólvora. En cuestión de horas no hubo medio de comunicación, hablado o escrito que no incluyese en sus titulares a ese oso desagradecido que entró en un restaurante de comida rápida y, después de olfatear de los ingredientes con los que se elaboraban los bocadillos, se marchó de allí sin probar un solo bocado.

Y el suceso en sí, que no deja de resultar curioso e incluso anecdótico, viene a confirmar algo que yo suponía desde hace tiempo: que la comida rápida, por mucha popularidad que tenga, es un cagarro como la copa de un pino.

No quiero imaginar la cara del dueño de la cadena de restaurantes en la que entró el plantígrado, si en lugar de despreciar sus productos, se hubiese puesto morado a comer y hubiese probado todos y cada uno de los bocatas. El éxito de la campaña de publicidad que se hubiese montado en torno a este suceso hubiera sido de órdago a la grande.

Pero en esta sociedad de consumo, despiadada y cruel, todo se aprovecha, incluso las desgracias. Si yo fuera publicista y trabajase para Mas Donals o Burri Kins me aprovecharía de esta situación y haría un anuncio en el que un actor, disfrazado de oso, entraría en una de sus franquicias y pediría un Guoper Kins XXL de tres pisos que se zamparía de un solo bocado ante los ojos atónitos de la cajera. "Hasta los osos eligen Mas Donals". Un anuncio de esos que calan hondo en el subconsciente y que permanecen en la memoria colectiva por los siglos de los siglos. Amén.

Aunque ese anuncio habría que adaptarlo a la fauna autóctona de nuestro país, poco dada a valorar lo nuestro y para la que todo aquello que venga de más allá de Finisterre es lo más guay del Paraguay. Para ello pondría un par de chavalotes jóvenes, vistiendo pantalones cagaos tres tallas más grandes de lo normal, deportivas desatadas, cadenajos de baratillo colgando del cuello, gorra beisbolera en equilibrio imposible sobre la cabeza y piercings hasta en los dientes, entrando en un restaurante tradicional tipo Chistu, Asador Donostiarra, o Lhardy. Después de tomar asiento y hojear la carta, llaman al maitre y le preguntan qué es eso de la lubina del Cantábrico al hinojo, qué es eso de la carne a la piedra o qué demonios es un Rodaballo.
El anuncio terminaría con la mirada cómplice de los dos amigos y cerraría con una imagen de ellos comiendo a dos carrillos y bola en medio un Mac Güoper rebosante de ketchup acompañado de sus patatas fritas, un bidón de Cola-Cola y una sonrisa de oreja a oreja.

La historia de nuestro amigo el oso no tuvo un final tan feliz como la de mi anuncio imaginario. Fué abatido a tiros por la policia ante el temor de un posible regreso.

Sobre este punto yo tengo mi propia teoría. Las grandes coorporaciones de comida rápida ante el temor de las declaraciones en exclusiva que pudiera hacer el plantigrado en los programas basura de media tarde, sobre los motivos por los que no probó bocado; o de que fuese llamado por Michael Moore para ser el protagonista principal de la segunda parte de Super Size Me, y una vez convertido en toda una estrella decidiese montar su propía cadena de comida bioecológica y antes de que les jodiese el negocio, decidieron quitarlo de en medio.

Me hubiera gustado conocer los motivos por los que no quiso probar los "exquisitos" bocadillos, porque seguramente yo habría actuado de la misma manera.

La naturaleza es sabia. Sobre el ser humano, tengo mis dudas.....

2 Internautas dijeron....:

Anónimo dijo...

Jajajaja, la verdad es que yo trabajé en un restaurante de comida rápida y...bueno....entiendo un poco al oso.

Anónimo dijo...

Si es que como en casa, no se come en ninguna parte.


Mejor un huevo frito en casa, que el mejor bistec en un restaurante.

Ipecan