03 marzo, 2010

Sus miradas.

Sus miradas cambiaron súbitamente. Intentabas explicar a tus alumnos de 4.º de ESO el concepto de `generación´. Y, para ello, habías optado por hablarles de la tuya: España, años 60. Les contaste que carecíais de comodidades para ellos, hoy, tan elementales como agua corriente. O de una nevera. O de un teléfono… Que erais pobres y que salir con una chica a solas constituía, casi, una misión imposible. Tras casi treinta años de profesor –que no funcionario de la enseñanza– no me resultó difícil constatar la lástima con la que me miraban y escuchaban…

Pero, acto seguido, les hablé también de puertas que jamás se cerraban con llave, de niños que jugaban en las calles, de tiendas en las que se fiaba, de cómo en casa siempre almorzábamos y cenábamos juntos y de cómo hablábamos, largo y tendido, con padre y madre. Sus miradas cambiaron. Ya no eran de lástima. Eran de envidia. Y pensé que muchos de mis alumnos, pese a la obesidad de tantos, eran seres hambrientos. Hambruna de afecto, de tiempo, de ternura. Era la mía, ahora, la mirada de la que emanaba la lástima y un inmenso amor hacia quienes, desde la opulencia de las cosas, tan sólo rogaban retales de sentimientos… Y di gracias a Dios por el don de mi trabajo. Fue, casi, una oración.

Autor Juan Luis Hernández Gomila. Maó (Menorca) Visto en XLSemanal.

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